Ma. Angelica González Bravo. Escuela de Nutrición y Dietética, Facultad de Ciencias de la Salud. Centro de Longevidad Vitalis. Universidad de Talca.
En un país como Chile, donde la población envejece aceleradamente, hablar de alimentación en las personas mayores es referirse, inevitablemente, a salud, dignidad y calidad de vida. Sin embargo, en ese debate solemos pasar por alto un alimento tan simple como valioso: las legumbres.
Porotos, lentejas, garbanzos, arvejas forman parte de nuestra identidad gastronómica. No obstante, su consumo ha disminuido con los años, pese a que representan una de las mejores opciones nutricionales para la población mayor. Las legumbres destacan por su alto contenido en proteínas vegetales, fibra soluble e insoluble, y minerales esenciales como hierro, magnesio y zinc. Además, presentan un bajo índice glicémico, lo que las convierte en un aliado natural para prevenir enfermedades crónicas no transmisibles.
En personas mayores, su consumo regular puede mejorar la salud digestiva, prevenir el estreñimiento y contribuir al control de la glicemia. Pero más aún, su aporte proteico es fundamental para preservar la masa muscular, reduciendo el riesgo de sarcopenia y favoreciendo la autonomía funcional. En un contexto donde se promueve activamente el envejecimiento saludable, las legumbres se posicionan como un alimento económico, sabroso y altamente beneficioso.
Recientemente, un equipo de investigadores del Centro Interuniversitario de Envejecimiento Saludable (CIES), de la Universidad de Talca, liderado por el Dr. Felipe Ávila, demostró que la formulación de productos de panificación suplementados con harina de porotos nativos chilenos logra reducir significativamente los niveles de glicemia en personas mayores en comparación a un pan de trigo sin suplementar.
“La ingesta frecuente de alimentos como el pan blanco, con un alto índice glicémico, puede dificultar el control glicémico en este grupo etario. En cambio, el pan suplementado con harina de porotos aporta más proteínas y más del doble de fibra que un pan tradicional”, señalaron los académicos. Además, destacaron otros posibles efectos positivos derivados de este tipo de formulaciones, como sus propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, neuroprotectoras y beneficiosas para el eje intestino-cerebro.
Desde una perspectiva de salud pública, fomentar el consumo de legumbres en personas mayores no solo representa una decisión nutricional acertada, sino también una estrategia alimentaria sostenible. Las legumbres, al requerir menos recursos naturales para su producción que las fuentes de proteína animal, generan un menor impacto ambiental, lo que refuerza su valor como alimentos fundamentales dentro de una dieta equilibrada y responsable con el entorno.
En definitiva, las legumbres merecen recuperar su lugar en la mesa, no solo por tradición, sino por su enorme potencial para contribuir a un envejecimiento activo, saludable y con mejor calidad de vida.