María Ester Muñoz S., Enfermera, Coordinadora alterna Área Salud integral de VITALIS Centro de Longevidad y académica de la Universidad de Talca.
Chile está envejeciendo, y lo hace con rapidez. En regiones como el Maule, esta realidad ya es evidente en cifras y también en las calles, servicios de salud, barrios y familias, de hecho, el índice de envejecimiento de la Región (83,9 %) supera al nacional (78,4%), según el Censo 2024 del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), sin embargo, a pesar de la magnitud de este cambio demográfico, el sistema universitario aún no responde con la urgencia ni la profundidad que se requiere. Integrar el enfoque gerontológico en la formación universitaria ya no es una opción: es una necesidad.
El enfoque gerontológico no se limita a la atención médica. Implica comprender el envejecimiento como un proceso integral, influido por factores biológicos, psicológicos, sociales, culturales y económicos. Incorporar esta mirada en la formación de profesionales de salud, trabajo social, derecho, arquitectura, educación, entre otros, es clave para generar respuestas interdisciplinares que respeten y valoren la diversidad de trayectorias de vida, entendiendo que el proceso de envejecimiento es multifactorial.
Además, integrar este enfoque contribuye a derribar estereotipos y prejuicios que aún persisten en torno a la vejez. Las universidades tienen el poder de transformar miradas, formar conciencia crítica y promover una cultura que valore la experiencia, la memoria y el aporte de quienes han construido nuestra sociedad. Esto requiere revisar mallas curriculares, incluir contenidos específicos sobre envejecimiento, fomentar la investigación gerontológica y generar instancias de vinculación con el medio que incluyan activamente a personas mayores.
En este camino, iniciativas como el Centro de Longevidad Vitalis de la Universidad de Talca juegan un rol fundamental. A través de un enfoque interdisciplinario y comprometido, “Vitalis” promueve una visión positiva y activa de la vejez, fomentando el diálogo entre generaciones y contribuyendo a la creación de estrategias de cuidado que respondan a las realidades locales.
La vejez no es un problema que resolver, sino una realidad que debemos comprender y acompañar. Que las universidades formen profesionales preparados para acompañar ese proceso con respeto, conocimiento y compromiso es, sin duda, uno de los desafíos más importantes de nuestro tiempo.
