María Ester Muñoz S. / Enfermera, Coordinadora alterna Área Salud integral de VITALIS Centro de Longevidad y académica de la Universidad de Talca.
En la Región del Maule, más del 22% de la población tiene 60 o más años, según el último Censo 2024. Esto significa que casi una de cada cuatro personas es parte de un grupo etario que crece con fuerza, pero que no siempre es reconocido más allá de sus necesidades. Envejecer en el Maule no es solo vivir más años, es acumular memoria, saberes y cultura en una zona profundamente marcada por la ruralidad, el trabajo comunitario y la transmisión oral de experiencias y por qué no decirlo, de conocimiento.
Las personas mayores que habitan esta reunión no sólo representan una estadística en aumento; son verdaderos portadores de la historia viva. Cada persona que recuerda cómo se curaba con hierbas antes que existieran los Cesfam, quien recuerde también cómo se aprendían oficios con las manos y sin manuales ni tutoriales, antes que existiera el internet, encarna un legado que rara vez se documenta, pero que ha sostenido las comunidades por generaciones.
Sin embargo, en la vorágine de los tiempos actuales, su voz tiende a ser relegada al olvido o tratada como una curiosidad, sería importante siempre considerar de manera seria para el diseño de políticas públicas, la experiencia de quienes han vivido terremotos, migraciones rurales, cambios de modelos económicos y transformaciones tecnológicas, de manera de poder capitalizar su sabiduría en los procesos de desarrollo de nuestra sociedad.
En general, el discurso público enmarca a la vejez desde una mirada asistencialista: pensiones, cuidados, dependencia, si bien estos aspectos son muy importantes – especialmente considerando que el índice de envejecimiento del Maule se ha cuadruplicado desde 1992, pasando de 22,5 a 83,9 e 2024 – también es urgente reposicionar la figura de las personas mayores como agentes de valor, no sólo de vulnerabilidad. Reconocer la sabiduría de la población mayor no puede ser un gesto folclórico o simbólico, es una decisión estructural. Requiere integrarlos activamente en procesos comunitarios, educativos y culturales. Implica por ejemplo, invitarlos a las escuelas para contar su historia, a los centros culturales para enseñar oficios, a las mesas comunales para compartir su visión del territorio, porque su conocimiento no está en internet, está en sus palabras, en su mirada, en sus silencios. Siendo coherente con este principio, como Centro de Longevidad Vitalis, de la Universidad de Talca, hemos incorporado a personas mayores a nuestros espacios de coordinación, ya que el Maule tiene en sus mayores una riqueza que no se mide en ingresos, pero sí en legado. Son siglos de experiencia acumulada que no pueden seguir siendo invisibilizados, no basta con vivir más, necesitamos que las personas mayores vivan con sentido y más participación en la sociedad, es una oportunidad para construir una región más sabia, más humana y consciente de su propia historia. En un mundo que valora la inmediatez, escuchar a quienes han vivido décadas puede ser nuestro mayor acto de futuro.