Dr. Emilio Moyano Díaz. Profesor Titular. Universidad de Talca.
Las últimas encuestas muestran que J. Jara (JJ) continúa en primer lugar de las preferencias seguida sin embargo muy de cerca por José Antonio Kast, JAK. Este ha experimentado un aumento muy importante recientemente, hasta prácticamente alcanzar a la primera, quien parece estable alrededor del 29%. Como dicen desde antiguo en el hipódromo y en el campo, ¿caballo alcanzado caballo ganado?
Por otra parte E. Mathei (EM), aun manteniendo su tercer lugar, ha caído en las preferencias a cifras de menos de dos dígitos, lo que parece augurar que a segunda vuelta -y si la elección fuera estos días- pasarían los actuales en punta: JJ y JAK. Sin embargo, y siguiendo siempre las encuestas de hoy, JJ no ganaría en segunda vuelta.
Como lo hemos previsto antes, en columnas previas, la trampa social de tener una elección a dos extremos se va reafirmando. Ya no hay espacios para posiciones de centro, se ve difícil (aunque no imposible), que Parisi o McNicolls o MEO, alcancen liderazgos con preferencias electorales superiores a los actuales punteros. Por otra parte, quienes van en la punta de la carrera corresponden a las posiciones del ‘orden’, que expresan o simbólicamente representan, la promesa de poner orden, que es la principal necesidad en una sociedad anómica como la nuestra. En las dictaduras Cubana y Venezolana pero especialmente en la primera -como en Chile bajo dictadura- no existe prácticamente la delincuencia callejera. Y en los gobiernos autoritarios-admiradores de la dictadura militar, sin duda que habría un esfuerzo relevante por controlar también la delincuencia como una prioridad, y no solo como promesa discursiva prelectoral (como en J.S. Piñera).
Así, Ud. querido lector, obligado a tener que elegir entre dos extremos, perfectamente podría concluir que la calidad de la política en Chile no es buena y, por cierto, siempre tiene la posibilidad de anular o votar blanco. Tampoco es tan diferente de las de otras latitudes lejanas o cercanas. Observamos diariamente como fuente de noticias en los medios de comunicación lo proveniente de Estados Unidos. Trump, provocando una inestabilidad en la economía del mundo en 6 meses de gobierno, entre los millones de migrantes existentes en su país, etc etc. O, de más cerca, desde Argentina, donde se ha causado un shock económico (como el que Chile vivió con la dictadura y sus Chicago Boys), con su secuela de pobreza y desempleo, y de mejores índices macroeconómicos que los previos.
Se ha perdido en nuestro país contar con visiones estratégicas de procesos de transformación y justicia social graduales, de largo plazo. A cambio, hemos oído promesas ilusorias para períodos de gobierno de apenas cuatro años, en que ocasionalmente llega gente insuficientemente preparada a los más altos niveles, con discursos en que no se habla de crecimiento económico, con frases de superioridad moral, ofreciendo una política internacional color turquesa, cuya consecuencia es economía estancada (previsiblemente toda vez que no ocupó ningún lugar central en los discursos electorales previos), en que se advertía en cambio que se introduciría inestabilidad al país, en que se prometía rebajas de sueldos para la clase política y dónde había que refundar instituciones fundamentales (Carabineros), acabar con otras (AFPs), en circunstancias que en la porfiada realidad nada de esto ocurre, y más bien, y afortunadamente, se regresa a la política internacional tradicional, aunque la corrupción aumenta, y existe en miembros de partidos y adherentes al gobierno, y se fortalece a Carabineros y a las AFPs (como nunca).
Lamentablemente, no tenemos, y desde hace ya algunos años, un proyecto-país, o metas transversales consensuadas. Nuestra clase política juega permanente y preferentemente a la mantención de su statu quo, permaneciendo -salvo rarísimas excepciones- en la chimuchina cotidiana y de irrelevante significado para el desarrollo del país. No tienen los políticos de hoy la capacidad de acuerdos que otrora teníamos y que nos hizo un país modelo, “milagro económico” “jaguares”, y otras denominaciones que, más allá de lo anecdótico, reflejaban un estado de desarrollo y ánimo societal muy diferente al actual. Hoy Chile vive anomia marcada, sin crecimiento económico como el que queremos y necesitamos, ni expectativas de desarrollo como las que tuvimos con la Concertación. Eran otros políticos, más capaces, más maduros después de la revoluciones democrática frustrada de Allende “con sabor a empanadas y a vino tinto” y la posterior con dictadura, tortura y muerte de Pinochet, ninguna de las cuales los políticos jóvenes vivieron.
¿Qué podríamos esperar hoy querido lector, de quien en sus discursos ha dicho (sin corregir nada) que Cuba y Venezuela tienen democracias ‘especiales’, o formas diferentes de democracia? ¿Qué podríamos esperar de un candidato que afirma que apoyaría la realización de un nuevo golpe de estado, etc? No hay que ser demasiado inteligente o sagaz para pronosticar cómo sería un gobierno de estos ‘líderes’ electorales chilenos de hoy.
Y la lamentable realidad es que la trampa social que nos lleva a elegir entre extrema izquierda y extrema derecha está aquí, y nada parece poder cambiarla. No tenemos líderes que rompan esta dicotomía de ideologías extremas de diferente signo. No parece que pueda surgir en tan poco tiempo un o una líder con vocación de generación de un acuerdo nacional transversal, una coalición del tipo co-habitación (como lo ha tenido Francia o Portugal). En Francia, por ejemplo, Chirac (derechista) fue primer ministro con el Presidente Mitterrand (socialista). Imagínese imitando a Francia: JJ Pdta. y JAK como Ministro del Interior? ¿O JAK como Pdte. con JJ como primer ministro?
Es un juego de imaginería política entretenido y creativo o innovador, aun cuando aquí, con la concentración de poder que tiene el Presidente no sería fácil. No ignoramos que Francia tiene un sistema semi-presidencial y Chile uno presidencial. Pero el hecho de reflexionar sobre esta posibilidad debiera permitirnos (permítaselo), hacernos ‘salir de la caja’ por un rato y, no me cabe duda, que se trataría de una nueva forma de hacer política que obliga a acuerdos, lo cual sería probablemente mejor al empantanamiento actual al menos.
Las campañas y discusiones entre las representantes de la izquierda fueron algo duras (J.J. no fue nada de inocua), pero más o menos tolerables o esperables, pero lo que hemos estado observando estas últimas semanas de la derecha son mucho menos constructivas. Y sin ánimo ninguno por examinar de quienes son las peores, la guerra sucia aludiendo a la salud metal contra EM es lamentable, alejando aún más de la y los políticos a los ciudadanos. Y se trata de una derecha que ganaría lejos hoy a la candidata del PC y la izquierda -según las encuestas- si las diferentes derechas se unieran, lo cual si parece lograrlo la izquierda. La guerra sucia empobrece más aún la calidad de la política y de los políticos nacionales.
Ojalá el agua que debe aún correr hasta la elección presidencial pudiese ser más cristalina, pero no es fácil que así sea, tratándose de posiciones extremas. Se está cumpliendo perfectamente lo que la teoría de la anomia predice y que hemos anticipado antes: la polarización o radicalización (a causa de la ausencia de normas y valores compartidos, v.g. voto de extranjeros, reglamento de uso de la fuerza, etc. etc,) la inestabilidad política por la desconfianza en las instituciones políticas y otras (¿cómo es posible liberar a un sicario -aparentemente con celular en su celda- por problemas de comunicación entre el Poder Judicial y Gendarmería?), la desigualdad e inestabilidad económica y mayor incertidumbre para inversores y consumidores (‘permisología’, acabar con la uf….), la corrupción rampante y generalizada, la ineficacia del sistema judicial, el incremento de la violencia y el conflicto (es cotidiano ver en directo y especialmente en la TV, refriegas o riñas o asesinatos entre delincuentes, peleas entre guardias municipales y vendedores ambulantes, entre conductores por problemas de tránsito, violencia intrafamiliar y femicidios, etc. etc.) y la falta de cohesión social como consecuencia de todo lo anterior. Lo peor es que el escenario actual electoral no hace más que presagiar la mantención o agudización de todo lo anterior. Lamentablemente, para quienes creemos a la teoría de la anomia, no se puede esperar nada mejor. Pobre mi país. Ojalá la teoría sea incompleta o defectuosa, y sus predicciones sean erradas.