Jorge Navarrete Bustamante. Doctor en Procesos sociales y políticos. Magister en gerencia y Políticas Públicas. Académico de la Universidad de Talca.
¿En qué consiste la sociedad moderna? ¿Cuáles son sus rasgos principales basándonos en la literatura?
Si se revisa estudiosos desde el siglo XVIII (Rousseau) y de fines del XIX, quien mejor lo define en “Comunidad y sociedad”, es Ferdinard Tönnies, el cual afirma que lo moderno es el tránsito de comunidad a sociedad.
La comunidad esta fundada en la unidad basada en una misma conciencia moral, y sentido hasta religioso: es casi una comunidad de destino espiritual.
La sociedad, por otra parte -afirma Tönnies – es una asociación de personas unidas por el contrato, un grupo que ya no comparte una misma conciencia moral.
Así, lo moderno está siempre atado a la disolución de la conciencia colectiva, la tradición se disuelve, los argumentos de autoridad pierden gravitación, el linaje nos empieza a parecer absurdo, los sujetos se individualizan, poseen una conciencia moral que se diferencian una de la otras, y donde las relaciones empiezan a estar mediadas por la voluntad y no por factores involuntarios. Por ejemplo, hoy las antiguas experiencias colectivas como el barrio, el sindicato, la iglesia (primera experiencia comunitaria pre reflexiva, hoy hasta la iglesia se elige): todos estos grupos se están debilitando sino disolviendo.
Este diagnóstico de Tönnies, que parece tan abstracto- se reitera en casi todo el siglo XIX: Henry Maine, por ejemplo, describe el paso desde el estatus (posición social anclada en linaje, en el origen), al contrato (posición social que se establece en el intercambio). Coincide con Tönnies.
Tiempo después, Emil Durkheim, afirma que es el paso de una solidaridad (o vínculos sociales irreflexivos) mecánica, a otra orgánica (que se basa en la división del trabajo y el intercambio).
Asimismo, lo moderno lo describe muy bien, Tocqueville, en su obra “La democracia en América” (1835), sobre la transformación en la sociedad americana entre el señor y el siervo; no porque las clases sociales hayan desaparecido sino porque mientras en la sociedad francesa ser siervo comprometía toda la totalidad de la vida al señor; en la sociedad americana -como todo esta mediado por el dinero- ser siervo es comprometer solo una parte de su subjetividad, en realidad esta queda a salvo: no compromete ninguna lealtad con su señor, no ata su destino a su señor debido al intercambio en el mercado (pensemos cuando vamos al mercado nadie compromete su subjetividad).
Las diferencias están establecidas, entonces, por el uso del dinero y el mercado, y donde las interacciones no comprometen la subjetividad de las personas.
¿Qué significa esto?
Georg Simmel en la “Filosofía del dinero”, afirma que el mercado y el dinero son la base de la libertad, pues el dinero al permitir las interacciones sociales donde su subjetividad queda a salvo, va generando lo que llamamos vida interior, intimidad, un YO que sólo cada uno de nosotros domina, y que no estamos obligado a entrega a nadie; y ese yo interior, nuestra vida íntima (que es un fenómeno moderno), es la base de la libertad humana. Por ejemplo, los cristianos, hoy se obligan a compartir su subjetividad completa (la afectividad, emocionalidad que son experiencias consoladoras, pero no son muy amigas de la libertad, pues la libertad supone un espacio interior insobornable: eso es lo que se podría extrapolar de Simmel)
Lo anterior, entendiéndose, que la sociedad no es “químicamente pura,” (“típico ideal”, en el decir académico), o sea hay mixtura en las comunidades como sociedades, pero predomina lo que antes se ha señalado; y vemos que la sociedad chilena está experimentando este proceso, pues pareciera existir hoy una cierta nostalgia por los vínculos y la cohesión social, por la falta solidaridad (se percibe ello en la encuesta CEP, por ejemplo) …
Pero es propio del fenómeno antes descrito, visibilizándose mayormente desde Rousseau cuando afirmaba en “Carta desde la montaña”: “Antes éramos virtuoso hoy somos todos comerciante”; “Antes nos interesaban las virtudes, el amor, la solidaridad, hoy solo nos interesa el lucro y el dinero”. En suma, ¿Le parece convincente esta comprensión de nuestra modernidad para bien obrar axiológicamente en un mundo esencialmente de amenazas, de transacciones arancelarias, de “pasadas de cuentas” en los parlamentos, de sicariatos electorales y vitales; de negocios de armamentos para bombardeos, genocidios y limpieza étnica; de amenazas a universidades a condición de arrebatarle su financiamiento; de preferir tener, más que SER?