Fabián Olave Poblete. Abogado/Ingeniero Comercial. Diplomado en Economía Ambiental y Mg. en Gestión Pública. Pdte. Corporación BIOECOTERRA.
El día de hoy nos hemos enterado, a través de la página de Transparencia Activa de la Municipalidad de Talca, que la Dirección de Obras Municipales autorizó, durante el mes de julio recién pasado, la construcción de un nuevo casino para Talca en las inmediaciones del recientemente declarado Humedal Urbano del Río Claro. Esto ocurre a pesar de todas las advertencias y cuestionamientos sobre el procedimiento utilizado para que este proyecto no fuera evaluado ambientalmente, realizados por diversas organizaciones comunitarias de la ciudad, y estando aún pendiente la resolución de la denuncia presentada por nuestra corporación BIOECOTERRA ante la Superintendencia de Medio Ambiente.
Cabe preguntarse: ¿cuál es el real interés del municipio talquino en aprobar un proyecto tan cuestionado? Debe existir un interés más importante que la preservación, resguardo y cuidado de un ecosistema tan frágil e importante para la comuna y sus habitantes, pues la autorización de una construcción con alto potencial de impacto considerable e irreparable sobre este humedal contradice el rol que la municipalidad debiera cumplir como garante. No olvidemos que fue el propio municipio el que solicitó esta declaratoria y asumió la responsabilidad de elaborar una ordenanza para su protección, la cual aún no se ha materializado y que, como todos saben, no tendrá efecto retroactivo. Es decir, todo lo autorizado antes de su entrada en vigencia no se verá afectado, como en este caso.

Al parecer, las consignas de las autoridades en pro del cuidado del medioambiente son solo eso: consignas con fines electorales. Hoy, cuando debiesen alzar la voz, optan por un silencio cómplice. Se vistieron de verde solo para conseguir nuestros votos y, una vez más, nos engañaron. ¿Por qué no hay concejales levantando la voz? ¿Y aquellos parlamentarios que se disfrazaron de ambientalistas, dónde están?
Estamos frente a un riesgo potencial que, a la luz de los antecedentes entregados por entidades técnicas, merece ser tomado en serio para que las generaciones futuras no lamenten nuestra inacción. Sin embargo, la autoridad se ampara en la apatía, el individualismo y nuestra memoria de corto plazo para actuar sin control. Como organización, nos sentimos en la obligación de levantar la voz para que quede en los registros de la memoria colectiva que lo advertimos. Esperamos que más organizaciones y personas se hagan eco de esta alerta y pidan explicaciones a quienes nos solicitaron el voto para servir y no para servirse.

Aquellos que hoy callan, muy pronto volverán a ponerse sus disfraces de ambientalistas, saldrán a comer sopaipillas y bailar cuecas para recolectar votos, prometiendo otra vez que se preocuparán de los intereses colectivos. Pero, cuando se requiere que asuman responsabilidades, caen en la inacción, cómodos en sus sillones y con sus suculentos sueldos. Nunca el interés económico de unos pocos debe estar por sobre el interés del colectivo. Como ciudadanos, debemos exigir de nuestras autoridades, a todo nivel, la máxima rigurosidad en la defensa de los intereses de la sociedad, algo que, a nuestro juicio, hoy no está ocurriendo.
Hemos denunciado ante la Contraloría una eventual mala utilización de la herramienta de lobby. Ante la Superintendencia, presentamos una denuncia por un aparente intento de eludir el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental por parte de este proyecto. Además, solicitamos incorporarnos a la mesa de humedales para contribuir a la pronta materialización de la ordenanza que protegerá el humedal urbano. Sin embargo, al igual que muchas otras organizaciones que han levantado sus preocupaciones, hemos sido ignorados, con la complicidad de una comunidad que prefiere mirar hacia otro lado y disfrutar, en un estado casi anestésico, del “pan y circo” o, mejor dicho, del “chancho muerto y circo”.
Nos seguirán engañando mientras no decidamos cerrar la boca y actuar, algo que depende del nivel de conciencia que cada uno de nosotros asuma. Puede que el proyecto sea inocuo, y puede que alguno de los dos titulares —algo inédito en Chile— responda y repare eventuales perjuicios, si es que son reparables. Pero si así fuera, ¿cuál es el temor a ser evaluado y dejar por escrito estos compromisos en una resolución? O será que, una vez más, se nos oculta algo en beneficio de unos pocos.
Despierta, talquino. Abúrrete de que te vean la cara. Tu actuar de hoy será motivo de agradecimiento o de reproche en el futuro, por parte de tu descendencia.