Por Minerva Astudillo Olivares, académica de la Escuela de Enfermería, Facultad de Ciencias de la Salud, Centro de Longevidad VITALIS, Universidad de Talca.
En un mundo que avanza a un ritmo vertiginoso, el envejecimiento se presenta como una etapa cargada de posibilidades, siempre que se viva con un sentido claro y profundo. El propósito en la vida es uno de los pilares reconocidos del bienestar psicológico y no es solo fijarse y añadir metas por cumplir, sino encontrar aquello que otorga dirección y coherencia a cada día. Este impulso vital funciona como una brújula interna, capaz de mantener la motivación, resiliencia y conexión con lo que verdaderamente importa, aquello que le da valor a la existencia.
En Chile, el rápido envejecimiento de la población, no es solo un dato demográfico, sino que un desafío que demanda la participación de la sociedad entera. Lejos de transformarse solo en una reflexión; nos llama a la acción y es donde el propósito de vida se convierte en un motor esencial para envejecer de forma saludable, plena y activa, permitiendo que la experiencia y la sabiduría acumuladas a lo largo de los años, se traduzcan en un aporte vivo a la comunidad y transformen la mirada de las nuevas generaciones respecto de la valía de las personas que se encuentran en esta etapa del desarrollo.
Desde las propias voces y expresiones de las personas mayores, el tiempo cobra un valor especial, puesto que es percibida la brevedad y la incertidumbre de la limitación temporal para llevar a cabo los deseos y posibilidades futuras, puesto que surgen preocupaciones y temores: a la muerte, la pérdida de control físico o mental, el miedo a desperdiciar el tiempo que va quedando y la necesidad urgente de sentirse útiles. Frente a ello, la búsqueda de significado se convierte en una necesidad vital de realizar acciones significativas, que contribuyan a otros y eviten el aislamiento.
Entonces es fundamental buscar aquellas estrategias que permitan lograr y mantener el propósito de vida a las personas mayores, entre ellas: una rutina activa y organizada que aporte orden y sentido al día a día; la contribución a los demás mediante el involucramiento en agrupaciones de ayudas comunitarias o voluntariados; y acciones significativas como ser parte del cuidado de la naturaleza, formar parte de redes de apoyo y de acompañamiento, lo que permite dar y recibir a la vez. A ello se debe sumar la identificación de aquellas fortalezas personales que actúan como recursos protectores tales como: mantener vínculos y sentido de pertenencia con la familia, con amistades, abrirse a nuevas experiencias como viajar, conocer nuevos lugares y nuevas relaciones y conexiones; también cultivando la curiosidad frente a nuevas experiencias de aprendizaje y el desarrollo de la espiritualidad para seguir creciendo, adoptando una actitud optimista frente a la vida.
El desafío es individual y colectivo, estamos llamados a generar entornos y oportunidades que permitan a las personas mayores encontrar o renovar su propósito, reconociendo que este no solo prolonga la vida, sino que la hace más plena. La idea es envejecer con sentido, envejecer con salud, conservando aquellas motivaciones que impulsan a vivir cada día.