Prof. Boris Vera, Escuela de Enfermería, Facultad de Ciencias de la Salud, Centro de Longevidad VITALIS, Universidad de Talca.
La Inteligencia Artificial (IA) ha aparecido en nuestras vidas de manera significativa, redefiniendo la forma en que trabajamos, comunicamos y accedemos a servicios esenciales. La IA es definida como “el conjunto de técnicas informáticas que permiten realizar tareas que, por lo común, requieren inteligencia, tales como el razonamiento o el aprendizaje”.
En el área de la salud, la IA ha demostrado un gran potencial para mejorar la atención de personas mayores. Dispositivos como robots, exoesqueletos, hogares inteligentes, aplicaciones de salud y dispositivos electrónicos inteligentes, permiten monitorear parámetros fisiológicos, optimizar planes de tratamiento y brindar apoyo en tiempo real. En particular, en la atención geriátrica, la IA se ha aplicado al manejo de síndromes geriátricos como la fragilidad, facilitando la detección temprana mediante historiales clínicos electrónicos y análisis de imágenes, mejorando la adherencia a planes de intervención.
Experiencias recientes en Chile han demostrado que la IA puede recrear recuerdos y generar imágenes a partir de descripciones personales de las personas mayores, fomentando la conexión emocional y potenciando habilidades cognitivas.
Sin embargo, la utilización de la IA no se cumple de manera equitativa. En Chile, cerca del 16% de la población tiene más de 60 años, y muchas de estas personas enfrentan barreras significativas para acceder a estas tecnologías. La digitalización de servicios públicos, centros de salud intra y extrahospitalaria, farmacias, supermercados, entre otros, ha generado una dependencia creciente de sistemas digitales que no siempre son accesibles para las personas mayores. La falta de alfabetización digital y el miedo a cometer errores no reflejan resistencia cultural, sino que una baja cantidad de políticas públicas y programas de inclusión tecnológica diseñados para este grupo.
En este escenario surgen preguntas cruciales como: ¿Estamos incluyendo a las personas mayores en la transformación digital de manera equitativa? ¿Cómo aseguramos que los avances de la IA no amplíen aún más las brechas sociales existentes? La inclusión tecnológica debe garantizar que todos los sectores de la sociedad, especialmente los más vulnerables, puedan beneficiarse de los avances en IA.
La experiencia chilena demuestra que la IA puede ser un poderoso aliado cuando se implementa de manera accesible y creativa. Programas que enseñan los principios de la IA mediante materiales sencillos y ejercicios interactivos muestran que personas mayores pueden comprender y aprovechar estas tecnologías para mejorar su calidad de vida.
En conclusión, la IA ofrece oportunidades para mejorar la salud, funcionalidad, autonomía y el bienestar de las personas mayores, desde la gestión de enfermedades crónicas hasta la rehabilitación y el apoyo emocional. El verdadero desafío no es que las personas mayores se adapten a la IA, sino preguntarnos cómo podemos diseñar e implementar estos avances a la resolución de las necesidades de una sociedad diversa e inclusiva. La innovación tecnológica tiene el potencial de ser una herramienta de bienestar para todos, y es nuestra responsabilidad garantizar que así sea.
