Iván Palomo G., director del Centro de Longevidad VITALIS, Universidad de Talca y del Centro Interuniversitario de Envejecimiento Saludable (CIES-CUECH); Coordinador de la Red Interuniversitaria de Envejecimiento Saludable de Latinoamérica y Caribe (RIES-LAC / COMLAT-IAGG) e integrante de la directiva de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile (SGGCH).
En Chile, al igual que en muchos países, debido a que la natalidad ha disminuido y la sobrevida ha aumentado, la población está envejeciendo. Las personas viven más años, …pero ¿Como se vive ese tiempo? Debe realizarse un esfuerzo individual y de política pública para que esos años sean de calidad, libres de limitaciones y dependencia. En dicho contexto, un factor que puede ser modificable es la presión arterial (PA). Ésta es uno de los parámetros fisiológicos más importantes para la salud porque refleja la fuerza con la que la sangre circula a través de las arterias. Los principales valores de PA (sistólica/diastólica) son los siguientes: Normal (adultos): menos de 120/80 mmHg); Elevada o Prehipertensión: entre 130–139/80–89 mmHg e Hipertensión: igual o mayor 140/90 mmHg. Mantener niveles de PA normal tiene, al menos, los siguientes efectos positivos:
a) Evita la sobrecarga del corazón y previene el daño del endotelio vascular. Así disminuye el riesgo a desarrollar Infarto de miocardio (IM).
b) Protege el cerebro y la función cognitiva. Mantener la PA controlada protege las pequeñas arterias del cerebro, disminuyendo el riesgo de microinfarto o hemorragia (Accidente cerebrovascular, ACV) y deterioro cognitivo.
c) Preserva la función renal. Los riñones dependen de un flujo sanguíneo a PA normal/controlada para funcionar adecuadamente. La HTA puede causar Insuficiencia renal crónica (IRC).
d) Resguarda la salud ocular. La PA adecuada protege los vasos de la retina. Evita que ocurra retinopatía hipertensiva, lo que afecta significativamente la visión.
En Chile la prevalencia de hipertensión arterial (HTA) es alrededor de 27% en adultos y sobre 60% en mayores de 65 años. Siendo una enfermedad “silenciosa”, lamentablemente muchos saben que la presentan cuando ya han aparecido complicaciones asociadas, antes mencionadas: IM, ACV e IRC; éstas no solo amenazan la vida, sino que deterioran de manera muy importante la autonomía de las personas mayores.
Las personas que logran mantener su PA en rangos adecuados tienen menos riesgos de desarrollar las graves enfermedades antes mencionadas. Además, existe un impacto positivo en lo económico, tanto a nivel individual como a nivel país; basta con pensar en el ahorro en medicamentos y hospitalizaciones.
Actualmente el control de la PA se entiende como un cuidado integral, incluyendo. (i) Alimentación saludable, (ii) Actividad física regular, (iii) Control del peso corporal, (iv) Buen dormir y manejo del estrés y (v) Adherencia al tratamiento farmacológco indicado por el/la médico.
El control de la presión arterial no depende únicamente de la voluntad individual. Exige un compromiso multisectorial: (i) Desde el Estado, políticas públicas que fomenten entornos saludables, como acceso a alimentos frescos a precios justos y espacios seguros para la actividad física; (ii) Desde el sistema de salud, estrategias de pesquisa temprana, educación comunitaria y programas de seguimiento para pacientes hipertensos y (iii) Desde la familia y la comunidad, apoyo y acompañamiento para mantener hábitos saludables y adherencia al tratamiento.
Envejecer saludablemente no es fruto del azar, sino de decisiones acumuladas a lo largo de la vida. Así como se reconoce la importancia de dejar de fumar o controlar la glicemia, el monitoreo y control de la PA debe ocupar un lugar importante en la agenda de salud pública y en la conciencia individual. Mantener la PA bajo control salva vidas, preserva capacidades y asegura una vejez más activa y digna.