Lunes, Octubre 13, 2025
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Higiene, ritos y (crisis de la) justicia

Dr. Diego Palomo. Abogado y académico de la Universidad de Talca.

Con mayor o menor énfasis, desde hace años se habla de una crisis del sistema judicial, marcada por la desconfianza ciudadana, la ineficiencia y la percepción de corrupción. Ésta ha visto su peor versión a propósito del mediático caso que tiene como protagonista al abogado Hermosilla.

Pues bien, aquella trilogía requiere, salvo que no se quiera hacer nada realmente, un enfoque renovador que vaya más allá de las necesarias e imprescindibles reformas legales que, dicho sea de paso, no pierdan eficacia en su tramitación a través del forzamiento de fórmulas de compromiso, que evidencien que nadie quiere dejar de tener una cuota de inherencia, por ejemplo, en el sistema de nombramientos. De no evitarse este riesgo, la reforma será una modificación que apenas será un saludo a la bandera.

La noción de “higiene” a la que aludimos en el título, en este contexto, implica limpiar las prácticas judiciales, extirpando vicios tales como la falta de independencia, la burocracia excesiva y la opacidad que se venía expandiendo, alejando a la ciudadanía del respeto a la institucionalidad. La higiene no refiere solo a la limpieza ética, que sin duda es un pilar clave de salida de la crisis, sino también a la claridad en los procesos, apostando de manera clara para que sean accesibles y comprensibles para todos.

Los ritos, por su parte, que suelen tener mala prensa, son los procedimientos y símbolos que en buena medida dan legitimidad al sistema judicial. Pues bien, ellos deben ser revisados para garantizar que no sean formalismos vacíos, sino que refuercen y apuntalen la confianza en la justicia, hoy por hoy muy debilitada. Por ejemplo, la solemnidad de un juicio debe reflejar seriedad y no intimidación; los juicios deben durar menos tiempo, pero no a costa de la calidad de la respuesta jurisdiccional. La Justicia requiere de tiempos, no se ha inventado una fórmula instantánea, y no se puede seguir expandiendo y consolidando la rutinización de la función jurisdiccional que viene comprometiendo aspectos tan centrales como la debida motivación de las resolución judiciales.

La justicia, como ideal, solo puede alcanzarse si la higiene y los ritos están alineados con los principios de independencia, imparcialidad, publicidad y accesibilidad. Para salir de esta crisis, es crucial implementar medidas concretas: controles independientes para detectar irregularidades, capacitación continua para jueces y funcionarios, y mecanismos eficaces que permitan fiscalizar el sistema. Además, la justicia debe ser inclusiva, considerando las necesidades de grupos vulnerables y marginadas para que el sistema no perpetúe desigualdades.

En definitiva, la crisis del sistema judicial puede superarse mediante una “higiene” que limpie sus estructuras, unos ritos que refuercen su legitimidad y una búsqueda constante de la justicia como valor a conseguir. De este modo, se podrá aspirar a restaurar la confianza y se construirá un sistema judicial que se sitúe, como debe ser, entre las instituciones más valoradas y respetadas en un Estado democrático de Derecho.

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