Carolina Fernández R.. Directora Hogar María Auxiliadora, Lampa. Fundación Las Rosas.
Señor Director:
En estos días, en que muchas familias -especialmente los más jóvenes- celebran Halloween con un acercamiento lúdico a la muerte, quisiera invitar a mirar también aquellas tradiciones y sentimientos que nos vinculan con la partida de un ser querido, desde una profunda humanidad. Recordar con afecto y respeto a quien ha sido significativo en nuestras vidas nos permite transitar este fenómeno natural, que nos une a todos, con mayor serenidad y sentido.
Efectivamente acompañar este proceso y aliviar el dolor físico y también el espiritual que pudiera existir es algo que, como cuidadoras de personas mayores, enfrentamos con cariño y dignidad. Cuando un residente fallece, nuestro compromiso no termina. Nos preocupamos de prepararlo para su viaje: lo vestimos con su mejor ropa, lo arreglamos con cariño y colocamos junto a él objetos significativos, que fueron parte de su historia. Luego, sus compañeros y cuidadoras forman un pasillo para despedirlo con esperanza, entre aplausos y el sonido de una campana.
Además, cada cierto tiempo, junto a colaboradores y residentes, visitamos el cementerio parroquial de Lampa; limpiamos sus tumbas, plantamos flores y rezamos, tal como seguramente lo harán este feriado miles de familias a lo largo del país. Es un gesto sencillo, pero al mismo tiempo profundo y que trasciende la vida.
La muerte no es solo un momento triste, sino también una oportunidad para resignificar, despedir con dignidad y recordar con cariño a un ser querido. En Fundación Las Rosas aprendemos a cuidar a cada persona mayor, desde su ingreso hasta después de su partida; aprendemos a cuidarlo para siempre.


 
  
 
 
                                    

