Iván Palomo G., director del Centro de Longevidad VITALIS, Universidad de Talca y del Centro Interuniversitario de Envejecimiento Saludable (CIES-CUECH).
Salvo algunos países en África, la población mundial está envejeciendo. En Chile el proceso ocurre aceleradamente; de la situación actual, 19% de personas de 60 o más años, en 25 años más, se alcanzará el 30%. Este cambio demográfico plantea un desafío: no basta con vivir más, es necesario vivir mejor. En este contexto, emerge un concepto de la cultura japonesa, el Ikigai.
La palabra Ikigai (生き甲斐) puede traducirse como “razón de ser” o “aquello que hace que valga la pena vivir”. Es una idea arraigada en Okinawa, una de las llamadas “Zonas Azules”, regiones del planeta donde las personas viven más tiempo y con mejor salud. Los/as habitantes de Okinawa no solo destacan por su longevidad, sino por el entusiasmo y el sentido de propósito con que enfrentan cada día.
El Ikigai se concibe como la intersección entre cuatro ámbitos: (i) lo que amamos, (ii) lo que sabemos hacer bien, (iii) lo que el mundo necesita y (iv) lo que nos brinda reconocimiento o retribución. Allí, en ese cruce, se encuentra la motivación profunda que da sentido a la vida. En la práctica, no siempre se expresa como un gran proyecto trascendental. Puede ser tan simple como cuidar un jardín, cocinar para los nietos, enseñar a otros un oficio, escribir memorias familiares o participar en un grupo comunitario. Es esencial es que esa actividad proporcione satisfacción, pertenencia y un propósito que trascienda lo individual.
Las personas que declaran tener un Ikigai presentan menor riesgo de depresión, menor incidencia de enfermedades cardiovasculares y mayor esperanza de vida. Tener un propósito vital funciona como un factor protector frente al estrés, favorece la resiliencia y estimula estilos de vida saludables. En la vejez, cuando se producen pérdidas de roles laborales y familiares, contar con un Ikigai se vuelve especialmente relevante para mantener la autoestima, la motivación y el bienestar psicológico.
El Ikigai, además del ámbito individual, tiene una dimensión social y comunitaria. Una persona mayor que encuentra propósito en el voluntariado, en la transmisión de saberes o en la participación cultural, no solo beneficia su propia salud, sino que enriquece a la sociedad en su conjunto.
En Chile, donde la soledad y el aislamiento afectan a una proporción creciente de personas mayores, promover el Ikigai puede ser una estrategia innovadora y costo-efectiva. Ello implica políticas públicas que no se limiten a entregar servicios asistenciales, sino que fomenten espacios de participación, formación y creatividad para las personas mayores. Las autoridades regionales y comunales, deben reconocer en las universidades la existencia de Centros interdisciplinarios sobre envejecimiento saludable (Ej. Centro de Longevidad VITALIS, Universidad de Talca); estos, si reciben los recursos necesarios, pueden contribuir significativamente al envejecimiento saludable de la población, incluyendo formación, investigación aplicada y vinculación: universidades abiertas, talleres artísticos, huertos comunitarios, programas intergeneracionales y proyectos de mentoría, entre otros.
El Ikigai es más que una filosofía japonesa, es una herramienta práctica y profundamente humana para enfrentar el desafío del envejecimiento poblacional. Tener un propósito vital no solo mejora la salud física y mental, sino que también otorga sentido a la longevidad.





