Antonieta Muñoz Quilaqueo, profesora en Educación Técnico-Profesional – Universidad Austral de Chile.
Formar para el trabajo ya no basta: hoy la misión es formar jóvenes capaces de crear, innovar y transformar su entorno desde la sala de clases.
En la Educación Técnico Profesional (ETP), el emprendimiento no es un tema accesorio ni una asignatura más: es una actitud frente al aprendizaje y a la vida. Cada proyecto que nace en el aula puede convertirse en una oportunidad para cambiar realidades, fortalecer comunidades y proyectar vocaciones con sentido.
Cuando un o una estudiante de gastronomía transforma un producto local en una propuesta sustentable, o quien es estudiante de mecánica diseña una mejora para optimizar un proceso, no solo están aplicando conocimientos técnicos: están ejercitando la creatividad, la autonomía y el compromiso social. Ese es el verdadero espíritu del emprendimiento educativo.
El desafío para la ETP del siglo XXI es transformar sus talleres en espacios de innovación y colaboración, donde la experimentación sea parte natural del proceso formativo. La educación técnica tiene en sus manos la posibilidad de unir saber y propósito: vincular la productividad con la conciencia ambiental, la innovación con la ética, y la técnica con la sensibilidad humana.
El emprendimiento en la ETP no se reduce a crear pymes. Sino de fomentar el pensamiento crítico y la capacidad de actuar frente a los problemas y necesidades del territorio. Emprender es aprender: a observar, proponer y construir soluciones que respondan a necesidades reales. Es enseñar que cada idea tiene valor cuando contribuye al bienestar colectivo. En este proceso, el rol docente se redefine. Profesores y docentes dejan de ser únicamente transmisor de conocimientos para convertirse en mentor y acompañante, alguien que guía a los estudiantes en la aventura de descubrir su potencial creador. Enseñar a emprender significa enseñar a imaginar, a planificar, a fracasar y volver a intentar. Significa cultivar resiliencia, liderazgo y trabajo en equipo.
Los liceos técnico profesionales de Chile son hoy semilleros de proyectos con impacto local. Jóvenes que desarrollan alimentos saludables, que reutilizan materiales, que diseñan soluciones tecnológicas o que promueven experiencias turísticas sostenibles y patrimoniales. Formar emprendedores en la ETP no es solo una meta educativa, sino una estrategia de desarrollo nacional. Un país que fomenta la creatividad, la innovación y el trabajo con sentido social está invirtiendo en su futuro.
Porque cuando una o un estudiante TP descubre que su idea puede mejorar la vida de otros, el aprendizaje se vuelve esperanza.





