Con más de 30 años de oficio, el chocolate artesanal se transformó en un proyecto de vida que hoy endulza a Talca desde el Mercado Provisorio y distintas ferias de la Región del Maule.
¿Cómo nació su emprendimiento?
Mi emprendimiento nació hace aproximadamente 30 años. Vengo de una familia de chocolateros; mi mamá lo era y yo soy oriunda de Osorno, de la llamada ruta del chocolate. Ellos me enseñaron desde niña y, en el fondo, crecí rodeada de moldes y chocolate. Al principio no me interesaba mucho dedicarme a esto, porque prácticamente abrí los ojos viendo chocolate todos los días.
Cuando llegué a Talca fue por amor, me vine siguiendo a un talquino. Con el tiempo él se enfermó y, durante ese proceso, yo también pasé por problemas de ansiedad y momentos muy difíciles. Fue entonces cuando empecé a hacer chocolates artesanales. Antes realizaba cuadros de chocolate pintados, muy bonitos, pero con el tiempo ese tipo de producto se volvió muy caro y la gente dejó de comprarlos. Hoy el público busca productos más elaborados y accesibles.
Después mi esposo falleció y yo seguí en esto. Eso fue lo que finalmente me hizo quedarme en la Región del Maule. Decidí que aquí me quedaba y seguí emprendiendo. Empecé a participar en ferias, vi que era rentable y comencé a crecer poco a poco.
¿Qué la motivó a empezar?
Principalmente el tema económico. Quedar sola no es fácil, es muy difícil. Pero además me fui enamorando de este trabajo, del mundo del chocolate. Es un amor incondicional. Podría haber cambiado de rubro, haber hecho otra cosa, pero no quise. Este trabajo es muy bonito, especialmente cuando la gente te dice que tus productos son ricos o que tus alfajores son los mejores.
Me ha pasado en ferias que llegan muchos argentinos y se llevan casi todos los alfajores, lo que es muy significativo, considerando que ellos son conocidos por sus alfajores. Eso te llena y te da fuerza para seguir.

¿Hubo un momento clave que marcó el inicio de su emprendimiento?
Sí, el momento clave fue la soledad. Estaba sola, mi hijo estaba en la universidad en el sur, y todo eso me motivó a salir, a conocer gente y abrirme más al público. Empecé a generar clientela y a relacionarme más.
Al principio salía con una conservadora Coleman a vender. Recorrí desde Chillán hasta San Fernando. En ese camino conocí a muchas personas importantes que se convirtieron en mis primeros clientes. Ellos fueron quienes me dieron el impulso para enamorarme aún más de lo que estaba haciendo. Aprendí mucho del chocolate y del oficio, recorriendo y conociendo gente.
¿Qué ofrece y qué hace especial el chocolate artesanal que realiza?
Ofrezco productos artesanales de calidad, como alfajores con buen manjar y buen chocolate, con un porcentaje adecuado que se note al morder. La idea es que el cliente sienta que está comiendo algo realmente exquisito.
Hago alfajores, trufas, cuchuflís de distintos sabores, rellenos como Nutella, Oreo y distintos manjares. Siempre cuido que los productos sean de la mejor calidad posible.

¿Cómo elabora su chocolate y cómo es el proceso?
Para mí el proceso no es difícil, porque ya llevo muchos años haciéndolo. Requiere tiempo y tener los productos adecuados a mano. Hay productos que elaboro solo en ciertas épocas del año, por ejemplo la caluga, que solo la hago en invierno y la retomo en abril, porque el calor no ayuda.
¿Por qué es importante mantener la calidad y la autenticidad del producto?
Por el cliente. Este negocio funciona mucho por el boca a boca. Si alguien compra un alfajor y le gusta, lo recomienda, y así se va formando una cadena. Tengo muchos clientes fieles que vienen solo por mis alfajores o por productos específicos que hago.
En este local la gente ya sabe que también hay chocolate importado, porque para chocolates más amargos es necesario, ya que nosotros no producimos cacao. Eso también es parte de ser honesta con el cliente.
¿Qué papel juega la Región del Maule en su emprendimiento?
La Región del Maule ha sido fundamental. Aquí emprendí y aquí sigo trabajando. Recorro distintas municipalidades, me invitan, conocen mi producto y me ofrecen espacios para trabajar. Yo voy donde me invitan con cariño, porque así funciona este rubro.
¿Siente que su producto refleja identidad local?
Sí, completamente. Refleja identidad porque es un producto hecho por mí. Mucha gente me pregunta si yo misma lo hago, y cuando les digo que sí, eso se valora mucho.

¿Cuál ha sido el mayor desafío que ha enfrentado?
La gente cree que ir a una feria es solo llegar y vender, pero no es así. Hay que postular, pagar, organizarse, porque nadie te lleva gratis. Aunque nunca me han cerrado las puertas, sí hay límites y dificultades, especialmente en la misma ciudad.
En general, trabajo mucho fuera de mi comuna y siempre he recibido mucho apoyo de otras municipalidades. Estoy muy agradecida, porque muchas autoridades valoran mi producto y me dicen que debe estar presente.
¿Qué aprendizaje destacaría desde que comenzó?
Aprender a conocer al público. Hay distintos tipos de personas, distintos paladares, y hay que saber leer eso. También hay críticas, algunas constructivas y otras no tanto. A veces falta respeto hacia el trabajo artesanal, pero por suerte no me ha pasado muchas veces. La experiencia me ha enseñado a conocer mejor a las personas.
¿Qué consejo daría a otros emprendedores?
Que nunca bajen los brazos. Yo lo hice todo sola, con muchos problemas económicos y psicológicos. Perdí a mi compañero, mi hijo se fue a estudiar lejos, y aun así seguí adelante. No rendirse es clave.
¿Cómo ha impactado su emprendimiento en su vida y en su entorno?
Ha sido muy bonito. Me gusta conversar, conocer gente, siempre trato de andar con una sonrisa. El público me ha dado mucha fuerza. He hecho muchas amistades y en las ferias se forman redes muy lindas, incluso compartimos y cocinamos juntas.
¿Tiene planes de crecer o lanzar nuevos productos?
Sí, siempre estamos innovando. Probamos nuevos chocolates, nuevos sabores y productos, como el chocolate Dubái. El calor a veces juega en contra, pero tengo enfriadores para poder trabajar. Mi nuera es mi brazo derecho, tiene muy buen paladar, y mi hijo también me ayuda. Entre todos vamos creando cosas nuevas.
¿Qué le gustaría que sintieran los clientes al probar sus productos?
Satisfacción. Me encanta ver cuando la gente prueba un alfajor y cierra los ojos de gusto. Ese momento lo es todo para mí. Ver al público feliz y disfrutando es lo más importante.
Hoy, Olimpia Adriazola continúa creando chocolates artesanales con la misma dedicación que la vio comenzar, apostando por la calidad, la innovación y el trato cercano con sus clientes. Sus productos pueden encontrarse en el Mercado Provisorio de Talca, local 12, en ferias de la región y a través de Instagram @chocolatesmona, donde comparte el sabor y la historia de un emprendimiento hecho a mano y con corazón.






