Arcadio Cerda Urrutia. Doctor en Economía. Decano de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Talca.
Vivimos tiempos complejos. Las guerras que no cesan, las tensiones entre grandes potencias y los conflictos en zonas estratégicas como el Estrecho de Ormuz —por donde pasa buena parte del petróleo que mueve al mundo— no son solo temas lejanos o de política internacional. Sus efectos llegan a nuestras casas, nuestras ciudades, nuestras economías.
Si el precio del petróleo sube por estos conflictos, también suben los precios que pagamos por los alimentos, el transporte, la energía. Y con ello, se dispara la inflación. En ese contexto, los bancos centrales no tienen más opción que mantener o subir las tasas de interés para intentar frenarla. Pero eso también significa frenar el crecimiento, encarecer los créditos, hacer más difícil invertir o emprender.
Chile, lamentablemente, no parte de una posición cómoda. Nuestra economía ya viene creciendo por debajo del promedio mundial. Si no reaccionamos a tiempo, podríamos quedarnos aún más rezagados. El empleo formal se hace escaso, y muchas personas se ven empujadas al trabajo informal —ese que no ofrece seguridad, ni protección social, ni futuro. Hoy más de uno de cada cuatro trabajadores está en esa situación. No es menor. Y si no actuamos, podría empeorar.
Por eso, además de mirar el escenario global, tenemos que hacernos cargo de nuestras tareas internas. La estabilidad económica no se construye solo desde afuera. Necesitamos recuperar la confianza, despejar la incertidumbre y sobre todo, reducir las trabas que frenan la inversión, los nuevos proyectos y las oportunidades. Hoy hay muchas ideas, muchos emprendimientos y muchas personas con ganas de aportar, pero que se encuentran con un muro de burocracia, permisos lentos, reglas cambiantes o falta de apoyo.
Crecer no es solo una meta macroeconómica. Es la posibilidad de que más familias tengan empleo digno, que nuestros jóvenes vean futuro en su país, que la innovación florezca en regiones, y que el bienestar llegue más allá de las grandes ciudades.
Hoy el mundo es inestable, sí. Pero también es una oportunidad para mirar hacia adentro y preguntarnos: ¿qué podemos hacer mejor, aquí y ahora, para que el crecimiento no sea solo una estadística, sino una realidad vivida por millones de personas?