Viernes, Noviembre 21, 2025
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Inteligencia Artificial para investigar y envejecer mejor: ciencia y tecnología al servicio de las personas mayores

Sergio Wehinger, Facultad de Ciencias de la Salud, Centro de Longevidad VITALIS, Universidad de Talca.

Cuando hablamos de inteligencia artificial (IA) y personas mayores, solemos pensar en asistentes digitales, sensores o robots de compañía. Sin embargo, existe un ámbito menos visible y tal vez más transformador: el uso de IA para hacer mejor ciencia, producir evidencia más robusta y acelerar soluciones que favorezcan un envejecimiento saludable. Es decir, IA tanto al servicio de las personas mayores como para avanzar en la investigación de un envejecimiento sicológico y biológicamente de mejor calidad.

Hoy, las herramientas de IA permiten integrar grandes volúmenes de datos biomédicos, sociales y ambientales para comprender mejor cómo envejecemos y por qué lo hacemos de manera tan distinta entre personas y territorios. Se pueden analizar patrones de fragilidad, trayectorias de dependencia, determinantes sociales de la salud, o el impacto de intervenciones preventivas con una precisión y volúmenes antes impensados. Esto abre la puerta a un modelo de investigación más predictivo, preventivo y personalizado.

En el ámbito clínico y biológico, la IA está acelerando la identificación de biomarcadores asociados a envejecimiento saludable, inflamación crónica o deterioro cognitivo. Permite analizar imágenes, historiales de salud y registros longitudinales para detectar cambios sutiles que el ojo humano no observa con la misma velocidad o precisión. En paralelo, en las ciencias sociales y del comportamiento, los modelos de lenguaje facilitarán el procesamiento de entrevistas, encuestas y discursos que revelan experiencias, miedos y expectativas de las personas mayores, fundamentales para diseñar políticas públicas pertinentes y con foco humano.

Este avance tiene un efecto multiplicador: hace más eficientes los tiempos de la ciencia, reduce costos de investigación y permitirá que incluso equipos pequeños generen evidencia de alto impacto. Para un país que enfrenta un acelerado proceso de envejecimiento, la posibilidad de comprender mejor las trayectorias de salud y dependencia no es un lujo, sino una responsabilidad estratégica. Para las instituciones de educación, el desafío será crear o adaptar los programas de formación de carreras asociadas al envejecimiento en pre y postgrado que integren el uso de estas tecnologías en la trayectoria de aprendizaje y permeen hacia el perfil de egreso.

Sin embargo, la integración de la IA en investigación y formación exige cautela ética: resguardos de privacidad, manejo responsable de datos sensibles, decisiones transparentes y tecnologías que no reproduzcan sesgos ni discriminación sobre la vejez. La IA puede amplificar nuestras capacidades, pero también nuestros errores; por ello, la supervisión humana y la validación científica siguen siendo elementos irrenunciables.

Las universidades, y en particular centros como VITALIS, tienen un rol decisivo en este nuevo escenario. Son espacios donde convergen salud, ciencia biomédica, ingeniería, ciencias sociales y políticas públicas. Desde aquí se puede liderar estudios interdisciplinarios, pilotear tecnologías emergentes, formar profesionales con competencias digitales y generar evidencia que realmente impacte en la vida de las personas mayores. Porque si queremos que las próximas generaciones envejezcan con mayor autonomía y calidad de vida, debemos fortalecer hoy la investigación que lo hará posible. La IA puede ser, en ese sentido, una aliada poderosa. Pero no sustituye la sensibilidad, la ética ni el compromiso social que guían nuestro trabajo. Es exactamente allí, en la intersección entre ciencia y humanidad, donde se juega el futuro del envejecimiento saludable en Chile y el mundo.

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