Viernes, Abril 26, 2024
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¡Habemus Carta Magna!

Por Roberto Celedón, convencional constituyente por el Distrito 17

Estamos en un momento de una importancia histórica extraordinaria. El Borrador de la Nueva Constitución se ha aprobado al finalizar la 103ª Sesión del Pleno de la Convención, el sábado 14 de Mayo. Este documento se entregó, solemnemente, en Antofagasta, el lunes 16, a la Comisión de Armonización para que dé a luz el texto final. Es el resultado de un trabajo sin precedentes realizado por personas elegidas por el pueblo, en igualdad de género entre hombres y mujeres, representativos de toda la comunidad nacional, desde Arica a Magallanes, constituyentes, que en su gran mayoría, han dado todo de sí para cumplir con el mandato popular de escribir la Ley Primera, la Ley Fundamental para un Nuevo Chile, que restituya el Alma Nacional, como soñaba ese hombre extraordinario de la Región del Maule, el Cardenal Raúl Silva Henríquez y que se expresó, masivamente, en el estallido social en el clamor de millones de chilenos que la Dignidad se haga costumbre. 

Ha sido una experiencia difícil de resumir y de describir. Muy pocos se conocían entre sí, la inmensa mayoría de los constituyentes no eran conocidos a nivel nacional, pero han demostrado ser chilenas y chilenos de una calidad humana, intelectual y de un compromiso notable con las aspiraciones y esperanzas de su pueblo, del que habita en sus comunas, en sus distritos y así recorriendo nuestro largo territorio. Pocos pensaron que sería posible cumplir esta magna tarea en tan breve plazo. Pero ahí está, con innovaciones notables en nuestra historia constitucional. 

Desde luego es una Constitución que tiene en el centro, en su corazón, los derechos humanos que nos permitirá cerrar heridas muy profundas y sellar para siempre un pasado ominoso. Se reconoce que los derechos fundamentales son inherentes a todo ser humano, sin excepciones de ningún orden, y respecto del pasado reciente se proclama el derecho a la verdad, a la reparación integral y a la memoria. 

Se declara que los derechos humanos son un fin primordial del Estado, que debe protegerlo y garantizarlos. Se define, además, que Chile es un Estado social de derecho y de ahí emerge una nueva visión, con planteamientos concretos, de los derechos sociales y económicos, como los de educación, salud, seguridad social, vivienda, derecho al trabajo, donde trabajadoras y trabajadores tengan derechos a una remuneración digna y suficiente y participen de la dirección y utilidades de las empresas. 

Dejaremos en el pasado el Estado subsidiario, que permitió que Chile sea uno de los países más desiguales del mundo, donde nueve familias de ultrarricos se llevan el 16 % del PIB nacional, según información de la Cepal de febrero de este año 2022. El Estado, como rector del bien común, jugará un rol dirigente y su finalidad primordial será asegurar, progresivamente, el acceso y goce de los derechos humanos para todos.

El pueblo de Chile ha recuperado la soberanía que le pertenece pero que le había sido expropiada. Este es el acto de dignidad fundamental: el pueblo es el soberano. Se incorporan, por primera vez en nuestra historia, formas de democracia directa como la iniciativa popular de ley, la iniciativa de derogación de ley, iniciativa popular de norma constitucional y la Asamblea Constituyente como mecanismo de cambio de la Constitución. 

Esta nueva Constitución por primera vez consagra una nueva organización del Estado que comienza en las comunas, los Municipios, territorios autónomos y especiales, las Regiones autónomas y con facultades y poderes reales, que rompen definitivamente con el centralismo de Santiago. Hoy culmina un proceso de regionalización en serio, sólido, de cambios muy profundos que apuntan hacia el bien de Chile.

Se reconoce que “Chile es un Estado Plurinacional e Intercultural que reconoce la coexistencias de diversas naciones y pueblos en el marco de la unidad del Estado”. Este es un acto de profunda justicia, reconocemos a todo nuestro pueblo porque los seres humanos hacen la nación, la cultura, la espiritualidad que nos da identidad. Reconocer nuestra diversidad enaltece nuestra unidad. Frente a las afirmaciones injustificadas de algunos, bueno es leer bien y como dicen las últimas ocho palabras, la Plurinacionalidad e Interculturalidad se da “en el marco de la unidad del Estado”. Cumplimos con un compromiso contraído en Nueva Imperial por el Presidente Aylwin, en 1989, con el reconocimiento constitucional de once pueblos originarios preexistentes al Estado y a la colonización española: Mapuche, Aymara, Rapa Nui, Lickanantay, Quechua, Colla, Diaguita, Chango, Kawashkar, Yaghan, Selk’nam. 

Podríamos agregar los derechos de la Naturaleza, cuya existencia nos permite vivir y convivir. El derecho humano al Agua como bien común de todos, inapropiable pero al servicio primeros de los seres humanos, luego a la agricultura y luego las demás industria.  

Así, se ha ido construyendo nuestra “casa común”. Este proceso histórico para nosotros tienen similitudes con la recuperación de la democracia, donde a través de la movilización social y ciudadana conseguimos el término de la dictadura en las urnas. Es lo que haremos el próximo 4 de septiembre, cuando digamos Apruebo, empezaremos un camino nuevo para construir un país de hermanos. Lo contrario será quedarnos en un pasado que construyo una institucionalidad basada en el concepto de enemigo interno. 

Y, por último, esta Constitución tiene un secreto que la hace asequible incluso a los más escépticos: se podrá cambiar, a diferencia de la del 80’ que se concibió para hacer imposible su reforma a través de los quórum supra mayoritario que se impusieron.

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