Jueves, Abril 18, 2024
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Somos uno

Artículo por Érika Yazmín Zárate Villa, Jueza de Distrito especializada en Ejecución de Penas en la Ciudad de México, comisionada para el desempeño del cargo de Secretaria de Estudio y Cuenta en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su documento “Hacer las paces con la naturaleza” propone acciones contra el cambio climático, el deterioro de la biodiversidad y la contaminación. El texto busca hacer consciencia en nosotros, la humanidad. Resalta nuestra dependencia de la naturaleza. De la tierra obtenemos alimentos, agua, aire puro y mucho más.

Ese mensaje de respeto a la naturaleza lo reiteró el Secretario General de esa organización, el pasado veintidós de abril, Día Internacional de la Madre Tierra y subrayó que debemos aprender de la sabiduría de los pueblos indígenas, guardianes del medio ambiente. Esa evocación lleva a reflexionar. Sí, es muy importante que tomemos ese ejemplo, pero para hacerlo tendríamos que empezar por abandonar la idea de que el ser humano está en guerra con la tierra y que sólo le conviene cuidarla por su subsistencia.

Seguir la cosmovisión de las comunidades indígenas implica pensar que no hay guerra, ya que la tierra no reacciona y pelea, lo cierto es que se acaba porque hemos abusado de ella.

Pensar de ese modo no es una postura de moda, solamente se trata de tomar con seriedad los problemas presentes y que se agudizarán en el futuro.

¿Cómo lograremos tener agua y alimentos para todos los seres humanos?

La respuesta no puede concretarse a demandar la efectividad del derecho al medio ambiente sano sobre la base de que, las personas peleamos por su respeto, únicamente por los servicios que nos da la naturaleza en nuestro entorno más cercano. No podemos buscar solamente el interés de la humanidad.

De algún modo esa es la idea que guía la Opinión Consultiva OC-23/17 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En ésta se explica que el derecho a un medio ambiente sano es un interés universal y un derecho, para la existencia de la humanidad, y su protección también alcanza a los componentes del ambiente, por ejemplo, bosques, mares, ríos y otros, como intereses jurídicos en sí mismos, aun en ausencia de certeza o evidencia sobre el riesgo a las personas individuales. Se subraya en ese documento interamericano que se trata de proteger la naturaleza, no solo por su utilidad o efectos respecto de los seres humanos, sino por su importancia para los demás organismos vivos con quienes se comparte el planeta. Sin duda, todos somos uno.

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