Viernes, Julio 26, 2024
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Frente a la corrupción: no más maniqueísmo y apliquemos, ahora de verdad, el caiga quien caiga

Columna escrita por Diego Palomo, académico de la Universidad de Talca.

En la lucha contra la corrupción, es crucial adoptar una postura clara y enfocada en el logro de resultados efectivos.

Sin embargo, es importante reconocer que el combate contra este verdadero flagelo que hasta hace algunos años era de menor incidencia en el país (si se revisan índices internacionales) no debe caer en la trampa del maniqueísmo, donde algunos actores pretenden proyectar una imagen de superioridad moral o ética sobre otros. Y otros, parecen gatos cuidando la carnicería sin pudor algunos por sus conductas pasadas.

En realidad, esta actitud conduce a un resultado contraproducente, ya que el boomerang de la realidad termina por regresar y golpear a aquellos que intentan establecer una hoja de ruta del buen hacer en política, pero que son incapaces de asegurarlo dentro de sus propios partidos.

La corrupción es un problema profundamente arraigado en muchas sociedades y sistemas políticos. También en Chile, a toda escala, micro y macro.

Sus ramificaciones son vastas y se extienden por diversos sectores y niveles de gobierno.

Por lo tanto, es fundamental abordar este tema con una perspectiva amplia y objetiva, dejando de lado los mediocres y groseramente oportunismos políticos, dejando de lado los prejuicios y las divisiones que a menudo entorpecen los esfuerzos por erradicarla o extirparla.

El maniqueísmo, que divide a los actores políticos en buenos y malos de forma simplista, no solo es injusto o inútil, sino también contraproducente en el contexto de la lucha contra la corrupción.

Esta visión dicotómica no reconoce la complejidad inherente a este fenómeno y la interacción de múltiples factores que pueden conducir a su propagación.

En lugar de eso, se necesita un enfoque equilibrado y basado en la evidencia, que busque identificar las causas subyacentes de la corrupción y establecer estrategias efectivas para combatirla.

Es particularmente irónico y patético cuando aquellos que se presentan como adalides de la moral y la ética son sorprendidos en actos corruptos. De otros, por sus conductas, hasta se espera que lo hagan y sigan haciendo impunemente.

Este tipo de situaciones no solo socavan la credibilidad y la confianza en el sistema político, sino que también generan un impacto negativo en la sociedad en su conjunto.

Es crucial que estos casos sean investigados y castigados con ejemplar rigor, sin importar la posición o afiliación política de los implicados. Debe primar la imparcialidad y el respeto por el estado de derecho, de modo que caiga quien caiga, se haga justicia.

¿Implica esto meter a todos en el mismo saco? Claramente no, eso también sería populista.

Sin embargo, también es importante reconocer que la corrupción no se limita a un solo partido o ideología política.

Este fenómeno es transversal y puede encontrarse en diferentes entornos políticos y sociales. Por lo tanto, no es apropiado utilizar la corrupción como un arma política para desacreditar a los adversarios, ya que esto solo perpetúa la polarización y dificulta la búsqueda de soluciones reales.

La lucha contra la corrupción requiere de un enfoque integral que aborde tanto los aspectos legales y judiciales como los factores socioeconómicos y culturales que la alimentan.

Es fundamental fortalecer las instituciones encargadas de prevenir y combatir la corrupción, así como fomentar la transparencia y la rendición de cuentas en todos los niveles de gobierno.

Además, es necesario promover una cultura de integridad y ética en la sociedad en general, educando a las nuevas generaciones sobre los valores fundamentales y las consecuencias perjudiciales de la corrupción.

En conclusión, para enfrentar de manera efectiva la corrupción, es crucial abandonar el maniqueísmo y el intento de establecer una supuesta superioridad moral o ética sobre otros actores políticos. La corrupción es un problema complejo y arraigado que requiere un enfoque equilibrado, basado en la evidencia y libre de prejuicios.

Solo a través de un esfuerzo conjunto, donde se apliquen medidas efectivas y se castigue a los corruptos sin importar su afiliación política, se podrá avanzar hacia una sociedad más justa, transparente y ética.

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