Viernes, Julio 26, 2024
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Mucho ruido, que impide escuchar(nos)

Columna escrita por Diego Palomo, académico de la Universidad de Talca.

En medio del vertiginoso avance de la sociedad 4.0, marcada por el constante desarrollo de la inteligencia artificial y el auge tecnológico, nos encontramos hace semanas con una realidad que nos confronta con nuestra historia y nos recuerda las heridas abiertas y la necesidad de aprender a cerrar la boca en ocasiones y no ignorar los males o dolores que afectan a los demás.

La insensibilidad cotidiana de algunos hacia el sufrimiento actual y pasado de otros revela una falta de empatía alarmante, y la persistente negación de abordar temas incómodos bajo la excusa de que son “problemas de otros” resulta preocupante. Ya habrá entendido el lector que estamos escribiendo estas líneas poniendo la mirada en el intento (hasta ahora fallido) de conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado en este país, que se cumplen el próximo 11 de septiembre.

En este contexto, es frustrante que aún no hayamos encontrado un consenso común respecto a un hecho histórico tan trascendental como el golpe de estado de 1973 en Chile. Este evento dio inicio a una dictadura sangrienta que provocó sufrimiento inhumano para miles de compatriotas. No reconocer este sufrimiento es una muestra de ceguera moral, una negación de nuestra responsabilidad colectiva.

Vaya por delante que no se puede obligar a nadie a abandonar su condición de pinochetista, pero sí podemos llamar la atención sobre la importancia de enfrentar la realidad y reconocer las atrocidades cometidas en el pasado.

Han transcurrido más de 50 años desde aquel golpe, y aún persisten visiones justificatorias del mismo y defensoras de la dictadura. Sin embargo, mirando el vaso medio lleno, si cabe, al menos podemos agradecer que los pinochetistas han salido de sus refugios y ahora manifiestan abiertamente su apoyo al golpe y a la dictadura.

La ciudadanía chilena se encuentra en un momento crucial, donde debe reflexionar sobre qué tipo de futuro merece el país. ¿Será un futuro carente de alma, donde se ignoren los crímenes del pasado y se perpetúe la insensibilidad? ¿O será un futuro en el que se reconozca el sufrimiento y se persista en la búsqueda, en la medida de lo posible, de la justicia y la reparación? La respuesta está en nuestras manos.

Es cierto, en boca cerrada no entran moscas; pero hay cuestiones que no pueden tolerarse en un mundo dónde las caretas de algunos se hacen insoportables y la sinceridad de otros, miserable.

Por lo mismo, cerrar la boca no implica callar por completo, sino aprender a escuchar, a comprender y a solidarizarse con el dolor ajeno.

Es tiempo de romper con la gélida indiferencia, de no permitir que el ruido ensordecedor de la ignorancia y la insensibilidad impida que nos enfrentemos a nuestra historia y construyamos un futuro basado en la empatía y el respeto irrestricto por los derechos humanos.

Solo así podremos encontrar un acuerdo común y avanzar hacia una sociedad más justa y humana.

De lo contrario, cerremos por fuera.

Diego Palomo
U. de Talca

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