Domingo, Mayo 25, 2025
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Días perfectos: La arquitectura y el envejecimiento 

Daniela Vilches Díaz, Arquitecta. Escuela de Arquitectura, Facultad de Arquitectura, Música y Diseño. Centro de Longevidad Vitalis. Universidad de Talca.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la población mundial está envejeciendo rápidamente. Se proyecta que el número de personas de 60 años o más aumente de 1.100 millones en 2023 a 1.400 millones en 2030.

El envejecimiento de la población es una realidad global que, a medida que avanza, presenta nuevos desafíos en diversas áreas, desde la atención de la salud hasta la infraestructura urbana. Ante esta situación, el rol de las universidades públicas en la construcción de ciudades no es solo técnico, sino también ético y social: tienen la responsabilidad de impulsar un modelo urbano que contemple la dignidad, la autonomía, la inclusión de las personas mayores como parte integral del desarrollo urbano e involucrar a la comunidad en procesos participativos que fortalezcan el tejido social y fomenten el cuidado intergeneracional.

En esta misma línea de reflexión, el arte y la cultura también ofrecen valiosas perspectivas para resignificar la vejez; un ejemplo elocuente es la película Perfect Days de Wim Wenders, una obra que, desde la sutileza del cine, nos invita a repensar el envejecimiento no como limitación, sino como una etapa de plenitud, dignidad y significado.

En una era que celebra la velocidad, la productividad y la juventud perpetua, Perfect Days emerge como un susurro contracultural, una meditación visual que invita a redescubrir la belleza de lo cotidiano y, sobre todo, de la vejez vivida con dignidad. La película, protagonizada por Koji Yakusho, retrata a Hirayama, un hombre mayor que trabaja limpiando baños públicos en Tokio. La premisa, en apariencia mínima, se convierte en una profunda exploración del alma humana y de los ritmos pausados que acompañan la última etapa de la vida.

Wenders no presenta la vejez como decadencia ni como tragedia, sino como un espacio de contemplación y plenitud. Lejos de los estereotipos del adulto mayor enfermo o solitario, Hirayama expone una forma de pervivencia silenciosa: su vida está marcada por una rutina sencilla —trabajo, libros, música, árboles— que se transforma en ritual. 

Lo más radical de Perfect Days es, precisamente, esa reivindicación de la lentitud y de la invisibilidad. En una sociedad que margina a los mayores, Wenders da un paso atrás para que ellos ocupen el centro del plano. No se trata de idealizar la vejez, sino de devolverle su complejidad y su valor. La cámara observa, no interfiere. Y en ese silencio, se revela lo esencial: el paso del tiempo, la memoria, la vida de barrio, la pérdida, la belleza que aún perdura. Repensar la vejez desde múltiples dimensiones —educativa, urbana, cultural y simbólica— es una tarea necesaria en sociedades marcadas por el envejecimiento poblacional. Tanto las universidades públicas como expresiones artísticas como Perfect Days nos muestran que en la inclusión de las personas mayores no solo hay un acto de justicia, sino también una oportunidad de enriquecer nuestras comunidades con experiencias, saberes y nuevas formas de habitar el tiempo. La vejez, lejos de ser un final pasivo, puede convertirse en una etapa activa, significativa y profundamente humana, si nuestras instituciones y la realidad que ellas construyen están dispuestas a valorarla como tal.

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