Martes, Octubre 28, 2025
Martes, Octubre 28, 2025
Publicidad desktop

“Amnesia programada”

PhD. Rodrigo Ignacio Berrios Rojas. Académico y miembro de la Sociedad Española de Pedagogía (SEP).

Con telones grises y luces oscuras, el espectáculo comienza y jamás termina. La amnesia programada ya no es azul, verde y por supuesto, no será gris. Ya que hoy se presenta en traje de gala, como un anfitrión con buenos modales y sonrisa alba.

No grita, no ordena. Sugiere y todos entienden que:

Ya no se prohíbe, no se silencia, no se calle. Solo se desvanece, se entretiene y se aplaude.

Cada equinoccio administrativo se levanta una luz oscura. El libreto danza en papel con tinta invisible y los actores que deciden -con experiencia o entusiasmo- van al ritmo de cámaras que registran bellas imágenes cuyo silencio ensordecedor no permite bailar un ritmo distinto.

El público, fiel, aplaude por reflejo condicionado.

El funambulismo jamás tambalea en la cuerda de lo correcto. Y los malabaristas lanzan sus cuchillos al aire como decisiones que jamás callan; mientras los incrédulos esperan un desenlace para bajar el telón de sombra con aire amnésico.

Algunos como yo, caeremos sin red de protección. Otros, serán enviados a camerinos sin espejo, sin luces; para no ser descubiertos.

¿Nadie cuestiona; nadie interrumpe? La respuesta es NO, nadie, porque en este teatro, el que interrumpe no vuelve a ser parte del elenco.

La modernidad amnésica no necesita telón, solo basta con no invitar; no iluminar; no preguntar; dejar en penumbras, o bien, bailar junto a una coreografía de omisiones tan exacta como precisión de relojero.

Los ancestros críticos del guion ahora son parte del engalanado, cuyo entusiasmo editorial tiene guantes de seda y cuando algo es poco convencional, lo guardan en la utilería, porque en esta función, la incomodidad no vende entradas.

Las estrellas protagonistas de la función, saben que el ensayo no importa. Acá lo imprescindible es el maquillaje, la decoración, los fuegos de artificio, el humo de las máquinas y el papel picado flotando con el viento de tragedia griega.

Mientras tanto, los que nadie ve, pero todos nombran, siguen alimentándose del silencio, de la creación y pensamiento de otros, acomodándose entre actores primarios y secundarios, porque saben muy bien cuándo entrar en una discreción atronadora.

La coherencia se visualiza con vestuario de lujo, actuando como salvador o villano, dependiendo de lo que dicte la audiencia -si el público cambia de humor, se cambia el libreto, simple-.

La amnesia programada se presenta como una escenografía creativa. Brillando para el mutismo que justifica la música de fondo como renovación y optimización. Dando tranquilidad a un infante que balbucea mientras cae el telón.

Los técnicos invisibles son los primeros en sentir el filo del guion. Algunos dicen adiós con elegancia, como si fueran parte de una innovación estética. Otros tendrán su merecida amnesia programada ya que entienden que el espectáculo no se detiene por ellos.

Y así, la gestión responsable de la verdad con sonrisa armónica, se convierte en el acto más refinado del teatro. No se impone, se insinúa. No se castiga, se olvida.

Porque aquí no existe la amnesia programada, simplemente se utiliza una hermosa sonrisa; una de esas que iluminan, pero apagan.

ad_avisos_legalesad_avisos_legales
ad_whatsapp_canalad_whatsapp_canal
Sigue informándote