Prof. Boris Vera, Escuela de Enfermería, Facultad de Ciencias de la Salud, Centro de Longevidad VITALIS, Universidad de Talca.
El pasado 15 de junio, el mundo conmemoró el Día de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. No obstante, poco se habla de una de las formas más naturalizadas de violencia contra las personas mayores: el edadismo.
No hace falta gritar, empujar o abandonar para maltratar. Basta con asumir que quien tiene más de 60 años no puede trabajar, no entenderá la tecnología, no debería opinar o simplemente es un problema del que el Estado debe hacerse cargo. Eso también es maltrato, aunque no deje lesiones visibles.
Según el informe mundial sobre el Edadismo de la Organización Mundial de la Salud del 2021, lo define como: son estereotipos, prejuicios y discriminación hacia las personas en función de su edad. Y no es un fenómeno marginal: afecta a millones de personas en todo el mundo y tiene consecuencias concretas y medibles. La evidencia lo confirma: el edadismo se asocia con un mayor aislamiento social, una peor salud física y mental, una recuperación más lenta tras enfermedades y una mayor mortalidad.
En Chile, donde casi una de cada cinco personas tiene 60 años o más según la Encuesta CASEN 2022, el desafío se vuelve urgente. El Ministerio de Salud ha reconocido la necesidad de avanzar hacia un envejecimiento digno y activo, pero eso solo será posible si como sociedad dejamos de tratar la vejez como una etapa de descarte. ¿De qué sirve fomentar la participación si seguimos excluyendo del trabajo, del debate y de los espacios públicos a quienes más experiencia tienen? ¿Qué sentido tiene hablar de buen trato si aún utilizamos un lenguaje que, muchas veces, infantiliza o invisibiliza a las personas mayores?.
Combatir el edadismo no es solo una tarea de políticas públicas; tiene también una connotación educativa, cultural y de un trabajo intergeneracional. Está en cómo hablamos, en cómo escuchamos, en a quién le damos la palabra y en qué lugar dejamos que ocupe en nuestras vidas una persona mayor.
Que la toma de conciencia sobre el maltrato hacia las personas mayores sea también una oportunidad para hacer una pausa, reflexionar y observar con mayor atención nuestras actitudes cotidianas. Es necesario revisar cómo nos relacionamos con las personas mayores y repensar el lugar que ocupan en nuestra sociedad. Mientras el edadismo siga normalizado o pase inadvertido, persistirán formas de maltrato que muchas veces ni siquiera logramos identificar como tales.